miércoles, 11 de abril de 2018

Cumplimos dos años

Hace escasos días, Lu cumplió dos años de edad y yo cumplí dos años de maternidad. Bastante duros. De un gran shock. De pensar en muchas ocasiones "¿en qué momento se me ocurrió?".
Pero también momentos de alegría, de miradas entre nosotros, de caérsenos la baba. De miles de besos y de abrazos. Y desde que habla, de muchas risas por ocurrencias.

Pero sobre todo, dos años de aprendizaje. En los que aprendes que una madre (casi) puede con todo. Y que a veces hay que llamar a la paciencia o tranquilizarse y aprender a relativizar. Que no se puede dar todo porque no tienes el tiempo ni los medios pero que día a día una se esfuerza para intentar llevar la maternidad, la casa, las tareas varias y el trabajo al máximo. Pero que siempre puedes parar uno de esos días y decir, "hoy no pongo la lavadora, ya pondré dos en el fin de semana" o "si hoy no le apetece cenar no voy a estar volviéndome loca para que pruebe un bocado de pollo; ya cenará mañana".

Ahora te ríes de tu círculo de amigos que no son padres y que te dicen: "Hoy no salgo, necesito descansar". Ay, descansar... esa palabra yo ya no sé lo que es. Ni de día ni de noche, aunque como he ido contando, las noches han mejorado mucho.

Sueñas con vivir en tribu, con tener a alguien cerca que te eche un mano. Porque de vez en cuando echas en falta salir a comer / cenar con tu pareja. O tener una tarde libre para los dos. Porque hace dos años que no te separas ni 24 horas de tu hijo, y cuando te separaste más de 10 horas fue por trabajo. Y quisieras separarte esas horas para ese descanso del que hablo, para una desconexión mental, para ir a un spa, a un hotel, ¡a donde sea!. Y sé que si son 10 horas de ocio para mi, pensaré de vez en cuando en Lu y me preguntaré ¿estará pasándoselo bien?, ¿habrá comido?, ¿se habrá echado la siesta?... como también me lo pregunto a veces mientras yo estoy en el trabajo y él en la escuela infantil.

Los dos años han sido duros. He creído ver mi relación de pareja en peligro: cuando uno está al límite responde irascible, no se comunica y desaparece el afecto, hasta de manera verbal. Pero ahora se llevan cada vez mejor. Lu ha dejado de ser formalmente un bebé para ser un niño. Y su cara ha cambiado aunque yo le sigo viendo como un bebé. Pero corre, habla por los codos, se ríe, da y tira besos... y lo que es muy importante, comenzamos a entendernos. Ya puede decirme si tiene sueño y él me entiende cuando le pido algo. Como padres que somos, nos derretimos con él, a pesar de nuestro agotamiento y a veces de tener que lidiar con su terquedad.

En la foto, Lu hace ya varios meses en un parque. Metáfora para indicar que ya empezamos a ver la luz al final del túnel.

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