Viajando en tren

El puente de la constitución Lu viajó por segunda vez en tren, esta vez siendo más consciente. El primero fue en AVE cuando tenía seis meses.
Los viajes nacionales por carretera (no aire) que ha hecho han sido en un 98% en coche. Un 1.5% en tren y un 0.5% en bus.
Ni si quiera cuando vivíamos en Madrid y teníamos que viajar al centro o ir a algún sitio, como a casa de los abuelos, íbamos en bus. ¿Por qué? Porque con un bebé de alta demanda es imposible. Un bebé de este tipo no se está sentado. Y en un autobús no se puede poner uno de pie.
Sí, pensaréis, en el coche tampoco te puedes poner de pie. Cierto. Pero va atado en su silla, y si ya no puede más, siempre se puede parar un rato a que se desfogue.
En nuestro caso el autobús siempre queda descartado y buscamos transportes alternativos.

Lo bonito de viajar en tren es que puede ir caminando de vagón en vagón, fisgoneando qué hace la gente, intentando "entablar conversación" con algún niño, etc.
De todas formas, a sus casi 19 meses he notado que su capacidad de concentración va en aumento. Le empiezan a gustar los cuentos y si le vas explicando los dibujos (no leyendo lo que hay escrito en ellos) puedes mantenerle sentado durante 15 minutos. A eso se le suma una capacidad muy reciente, que es el "dibujo". Hace rayajos en un papel o demanda que alguien le vaya dibujando cosas mientras él mira y eso consigue mantenerle sentado incluso más que leyéndolo un libro. Lo que suma ¡casi una hora sin moverse de una silla! (¡aplausos!).
Es por ello que aún teniéndolo en los brazos y poniéndose de pie continuamente para mirar a los pasajeros de atrás, jugar con las cortinas, pasar a las rodillas de su padre y vuelta a mirar a los de atrás, el viaje ha sido mucho más llevadero.
En la foto, Lu de pie jugando con el envase de los cascos que te dan para ver la película en el tren.