lunes, 17 de septiembre de 2018

Comienzo del último año en la escuela infantil: nueva adaptación

Se puede decir que Lu ha tenido suerte. No ha sido un niño que comenzó a ir a la guadería con 4 o 5 meses. Afortunadamente, el trabajo de su madre y de su padre, y especialmente la baja maternal en Chile, permite que el bebé no se incopore hasta los 7 meses a la escuela intantil.

Personalmente considero una aberración que un bebé de 4 o 5 meses, que apenas ve, que tiene infinidad de necesidades afectivas, sensoriales, etc. tenga que ir a una guadería durante 5 u 8 horas, separado de su familia. Aún con 7 meses Lu me parecía muy pequeño para dejarle en la guardería, ¿qué va a hacer tantas horas un bebé que no gatea, que no juega, que necesita estar en contacto con otras personas continuamente? ¿cómo le van a atender si además de a él, tienen que atender a otros 10 niños? me preguntaba.

Entre los 7 meses y 1 año y tres meses, Lu estuvo yendo a la escuela infantil durante cuatro horas. Después se lo alargamos a 6 horas porque nuestras necesidades laborales cambiaron y ya no podíamos estar intercambiándonos su padre y yo para atenderle en horario fuera de "oficina". Y finalmente con dos años, nos preguntamos ¿por qué no le llevamos ya 8 horas y así podemos aprovechar más el tiempo, ahora que ya es más mayor y camina, habla, e interactúa con otros? Y así lo hicimos.

En ese sentido, Murcia nos ha facilitado mucho las cosas. En nuestra ciudad natal, Madrid, hubiera tenido que ir de un principio 8 horas, como van prácticamente todos los niños de la capital, porque solo con el transporte de ir y volver a la guadería, bien sea desde casa o desde el trabajo, pierdes como mínimo una hora de tiempo.


Este curso es el último en la escuela infantil. Decidimos cambiarlo de escuela por varias razones. Principalmente, porque donde estuvo el año pasado estaba lejos y se nos hacía duro ir y volver todos los días andando, especialmente en verano con el calor que hace en Murcia; y la otra razón de peso fue encontrar una guadería con un patio mucho mayor y donde salían todos los días al menos una hora a jugar. Lu es un niño de calle y es una cuestión que nos parece fundamental.

Hace ya una semana que empezó y lo que no nos esperabamos es que le costase tanto la adaptación. Cuando fuimos en julio nos dieron un horario para que el niño fuese primero pocas horas y después ir ampliando conforme a sus necesidades (tal y como lo hicimos el año pasado). Durante todo el verano estuvimos hablándole de su nuevo "cole", de su nueva seño, etc... pero cada vez que le deja su padre en la puerta de clase se pone a llorar o se queda melancólico. El primer día lloraba a moco tendido y decía "mamá, mamá, mamá", y el efecto contagio de otros niños agarrados a sus padres o también llorando sin parar es muy efectivo. Despues de dos meses y medio de vacaciones con nosotros y el resto de la familia, suponía que era normal, pero esperaba que para estas fechas, siendo él tan sociable y ya "mayor", ya se quedase en la guadería tranquilo.

La seño nos dice que luego está contento, que juega, interviene en las actividades, come bien, etc. Pero por las mañanas, nos dice: "no quiero ir al cole". Y ayer también nos dijo que quería ir al "otro cole" (el del año pasado).

Parece ser que la adaptación no termina. Ya ha experimentado tres guaderías diferentes: una en Chile y dos en Murcia. Y el próximo año, nuevo cambio, porque entra en el colegio.

La imagen, sacada de internet.

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